domingo, 2 de agosto de 2009

QUISIERA TRAEROS ALEGRÍA

Soy maestra desde que tengo uso de razón, desde que era un comino y estaba en el “cole”. Mis regalos preferidos en aquella época eran los cuadernos, los libros, las pinturas, y las pizarras. La pizarra era lo más maravilloso para jugar. Solo había una pega “A mi madre no le gustaba”. No la podía usar porque manchaba el suelo. Allí empezó mi vocación por la enseñanza, que en mi opinión es la profesión más gratificante del mundo.
Recuerdo como vivía el final del verano y el mes de Septiembre. Por fin, el “cole” de nuevo!!!. Era una alegría volver y sobre todo me encantaban mis libros nuevos, su olor, las pinturas a estrenar….además deseaba empezar a aprender cosas nuevas.
Recuerdo quedarme maravillada escuchando a mis maestros: la maestra de Francés (que yo estudié Francés, no Inglés en primaria) me parecía de otro mundo, con esa pronunciación tan perfecta. El de matemáticas, un genio, porque las mates me parecían dificilísimas. Lo que nunca me gustó fue la religión, porque el profesor se empeñaba en que nos aprendiéramos párrafos de memoria y los recitáramos.
El instituto fue un cambio duro en mi vida, pero alucinante. Aquellos “profes” me resultaban como enciclopedias, porque todo lo sabían. El profesor de Sociales me parecía un libro abierto, hablaba sin parar de un tema a otro, el franquismo, la monarquía, la primera guerra mundial. No miraba el libro, que colocaba en la mesa, sabía más de lo que pudiera venir allí escrito. La profesora de Literatura parecía haber nacido leyendo, sabía todo lo que se había escrito desde el Quijote a la Celestina pasando por Tres Sombreros de Copa….La lectura de esas obras me dejaba ensimismada. Historia del Arte era la relajación, la paz, la alegría, la curiosidad. Todavía recuerdo a mi profesora, paseándose por la clase mientras explicaba las diapositivas que recorrían la Historia del Arte. Cuando terminaba la clase no me quería ir. Recuerdo un trabajo en grupo que propuso: comentar monumentos de Madrid; El Palacio de Oriente, La Cibeles, Neptuno etc. De aquella época surgiría mi pasión por la pintura italiana (Quattrocento, Cinquecento), además de todas las maravillas que los árabes dejaron en nuestro país, La Alhambra, La Mezquita de Córdoba….
Unos cuantos años después de esto, cayó en mis manos un maravilloso libro que explica muy bien lo que siento por esta profesión tan emocionante, ¿Qué me quieres, amor? de Manuel Rivas.
Capítulo: La lengua de las mariposas.
“La forma que don Gregorio tenía de mostrarse muy enfadado era el silencio.
“Si vosotros no os calláis, tendré que callarme yo”.
Y se dirigía hacia el ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, descorazonador, como si nos hubiese dejado abandonados en un extraño país. Pronto me di cuenta de que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que él tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y diástole del corazón. Todo conectaba, todo tenía sentido. La hierba, la lana, la oveja, mi frío. Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relinchar de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomos de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchábamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras. Fabricábamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribíamos cancioneros de amor en la Provenza y en el mar de Vigo. Construíamos el Pórtico de la Gloria. Plantábamos las patatas que habían venido de América. Y a América emigramos cuando llegó la peste de la patata.
“Las patatas vinieron de América”, le dije a mi madre a la hora de comer, cuando me puso el plato delante.
“¡Qué iban a venir de América! Siempre ha habido patatas”, sentenció ella.
“No, antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz.” Era la primera vez que tenía clara la sensación de que gracias al maestro yo sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, mis padres, desconocían".

El buen maestro debería ser capaz de traer alegría como Don Gregorio
y otros tantos maestros que he tenido la suerte de conocer: Pedro, Esther,
Isabel, Martín, Ana Mari, Cándido…….
Gracias a todos,




sábado, 1 de agosto de 2009

MANOLIFO GAFOTAS Y EL SISTEMA EDUCATIVO: la sita Asunción, el colegio Diego de Velázquez, las excursiones escolares, etc.

 Para Manolito la “sita Asunción” es futuróloga además de maestra, porque ve el futuro de todos sus alumnos. No le hace falta ni bola de cristal ni cartas: te hinca los ojos en la cabeza y te ve dentro de muchos años como uno de los delincuentes más buscados de la historia o ganando un Premio Nobel detrás de otro. Ella no tiene término medio"
 Manolito va de excursión al Museo del Prado con el colegio. “La sita Asunción nos dijo que el que se portara mal, jamás volvería a salir de excursión en todos los años de su vida. La sita Asunción nos quería llevar a ver Las Mininas de Velázquez, que es un cuadro en el que Velázquez retrató a todas sus gatas, porque era un hombre al que le gustaban mucho los animales; por eso mi colegio se llama Diego de Velázquez.
Nunca llegué a ver ese cuadro, porque por el camino vimos uno en el que salían tres tías bastante antiguas. Y nos quedamos allí plantados el Orejones, Yihad y yo, delante de él todo el rato; porque en ese museo ves un cuadro y ya te haces a la idea de todos los demás porque se parecen bastante, la verdad.
Las tres melonas antiguas estabas desnudas y tenían unas cacho piernas que….te da una tía de ésas con una de sus cacho piernas y te has muerto con todo el equipo para el resto de tu vida.
De repente, el Orejones leyó el título y resultó que el cacho cuadro se llamaba Las tres Gracias. Yihad se cayó al suelo de la risa y acto seguido nos tiramos el Orejones y yo para no ser menos. Yihad se sacó un rotulador de la chupa para escribir en el cuadro: Las tres gordas, y entonces se acercó corriendo el guardia del museo y nos preguntó por nuestra señorita y nos llevó prácticamente esposados a donde estaba la sita Asunción”.

 Examen de Conocimiento del Medio y Manolito no tiene N.P.I.
“Me fui al colegio y me senté en el pupitre como si me sentara en la silla eléctrica. Le dije al Orejones, que es mi compañero de pupitre y mi gran amigo aunque a veces sea un cerdo traidor:
-Pienso copiarte porque no tengo N.P.I.
Nosotros decimos N.P.I. Desde que un día dijimos “Ni puñetera idea” y nos oyó la maestra, nos dimos cuenta de que la palabra puñetera es mejor no pronunciarla dentro de los muros de mi colegio. El Orejones va y me contesta:
-Pues tendremos que copiar del de delante porque yo tampoco tengo N.P.I.
La verdad es que copiar del Orejones era una tontería: nunca pone nada en los exámenes, y si lo pone, es que me lo copia a mí.
Antes de que entrara la señorita, hicimos una encuesta y ni los de delante, ni los de atrás, ni los del techo sabían nada. Esa mañana el mundo mundial estaba N.P.I. Nuestra única salvación se llamaba Paquito Medina.
Paquito Medina es un niño 10. La sita siempre dice:
-Paquito Medina es un niño de concurso.
Cuando mi sita dice eso, no se refiere a cualquier concurso de la televisión, sino al Premio Nobel o un concurso así.
La verdad es que cuando te encuentras con un niño tan listo, eso te come la moral.
Total que como toda mi fila estábamos en blanco le preguntamos a Paquito Medina si le importaba que le copiáramos.
Paquito Medina se puso muy contento cuando le pedimos ese pequeño favor. Ésta es otra prueba de que Paquito Medina es un extraterrestre, porque yo dejo que copie uno y pagando, pero no toda una fila, no te joroba.
La sita Asunción nos puso una pregunta despiadada sobre los estados líquidos, sólidos y gaseosos. Todos la miramos con cara de odio, una pregunta como ésa no se la deseo yo ni a mi peor enemigo.
Paquito Medina empezó a escribir dejando que el de atrás pudiera copiar, el de atrás hizo lo mismo con el de más atrás; así hasta El Orejones y yo, que somos de las últimas filas.
Yo estaba emocionado. En esos momentos, es cuando piensas que la paz mundial es posible, porque los seres humanos forman una gran cadena de amistad.
Al día siguiente todos esperábamos la nota de nuestro examen. Yo me imaginaba a la sita Asunción diciendo “Manolito García Moreno, un 10 como una catedral.”
Pero no fue así; la vida real nunca coincide con mis proyectos mentales. La sita Asunción llegó a la clase y, en vez de empezar a repartir dieces, empezó a repartir cartas. Nadie se explicaba por qué. Fuimos diez niños los que tuvimos nuestro sobre: yo, el Orejones, la Susana, Arturo Román, Jessica la ex Gorda, Paquito Medina y otros cuatro que no conoces. La sita dijo por fin:
-Sois tan tontos que no sabéis ni copiar.
Resultó que la sita nos había pillado. Resultó que Paquito Medina tuvo un fallo mortal y se equivocó de pregunta. La sita quería que nuestros padres se enteraran de que, por no saber, no sabíamos ni copiar.

ELVIRA LINDO, NO SE LA PIERDAN!!!!!!



Nacida en Cádiz en 1962, de entre las creaciones literarias de esta periodista, guionista y escritora cabe destacar las novelas y relatos protagonizados por un personaje que ella misma había dado vida en el magazine radiofónico “Mira la radio”: Manolito Gafotas. En 1998 Elvira Lindo fue galardonada con el premio Nacional de Literatura Infantil por Los trapos sucios de Manolito Gafotas, el mismo año en que publica El otro barrio, su debut en el género de la novela destinada al público adulto. En el ámbito de la gran pantalla ha colaborado como guionista con el director Miguel Alvadalejo en las películas La primera noche de mi vida, El cielo abierto y Manolito Gafotas. De entre su obra publicada cabe citar: Manolito Gafotas (1994), Manolito on the road (1998), Yo y el Imbécil (1999), y sus crónicas de El País en Tinto de Verano (2001), El mundo es un pañuelo (2001) y Otro verano contigo (2002); y las novelas Algo más inesperado que la muerte (2002) y Una palabra tuya (2005), distinguida con el premio Biblioteca Breve.